Boxeo de sombra I

Ayer se levantaron en una manifestación todos mis jueces, patrimonio del menda que se mira en el espejo. “¿Cómo has cambiado nene?” dijeron como enfadados. —Sólo me duele la espalda— soy el mismo me dije, pero no voy a ceder a sus reclamos. —Acudan al sindicato de remordimientos para ver si les cumplen una que otra demanda, porque lo que es acá, ni hablar.

Hubo uno, el más insistente, que pedía indemnización de ley; prima vacacional, reparto de utilidades, y seguro social. Decía que siempre me había consentido. Que de fanfarrón nunca me había quitado el dedo. Que con eso de la soberbia que me caracterizaba, él era el artífice, el maestro. Estaba a la sazón, enamorado de mí. No deseaba dejarme a la primera. Hubo un silencio de mi parte. Reconozco que un día lo quise mucho. Era mi compañero y mi juez más implacable, el que emitía un aggggggggg cuando iba a iniciar una acción, el que nomás me despertaba y ya estaba llenándome de interrogaciones de cada cosa que la vida me presentaba. Eres el miedoso— le dije para intimidarlo— ¿ese que se orina en los calzones, verdad? Me miró con desánimo, defraudado. Y sin asentir me chantajeó. -Pero regresarás a mi lado- dijo con un lamento  y se desvaneció entre el primer rayo de sol que entró por la ventana.

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