Legado de Radio
Conocí a David a el “Negro Guerrero” cuando dirigía Radio Universidad de Guanajuato. David era generoso y animado, en las inútiles discusiones del sistema de radio universitarias, siempre su voz era provocadora y retadora. Una vez Fernando Escalante me dijo en voz baja, que David comía fierro, mientras aplastaba (no era difícil) con sorna e ironía, las propuestas de la directora de radio universidad de Baja California en una reunión nacional. Sin embargo, estrechamos vínculos cuando recibí el Premio Fernando Benítez. Unos meses antes, le había obsequiado un ejemplar de mi libro, que creía que lo echaría al olvido, pero en cuanto me vio en la recepción del hotel sede, recordó que le habían gustado mis cuentos y eso siempre se agradece. David era un apasionado de la literatura y de la palabra. Era, lo que se conoce como un excelente periodista cultural, de esos que no se hallan por el bajío. Un investigador, no un relator de espectáculos. Un literato, no un turista de las letras. Un soberbio escritor, no un rasca columnas de quinta, por eso supe que tenía mucho que aprenderle.
Recuerdo perfectamente que luego que me notificaron la noticia del premio Benítez, una de las primeras voces al teléfono fue la del buen Negro. Al arribar a Guadalajara, el fue quien me echó la mano, me conectó e hizo una entrevista dándole la valía al premio, (dicen que entre indios no hay flechazos, pero la verdad fue que en mi tierra, los medios hicieron como que no me conocían. Igual que la Universidad de Guanajuato, luego de ganar el premio me trataron como si les hubiera mentado la madre)
El legado de David, es la palabra en la radio. Las palabras que vibran, la verdad siempre caliente. Comprendía que la única regla de la radio, es gustar. El hombre gustaba, razonaba. Volcaba la imaginación y el intelecto, la sorna y la paradoja como aderezos a sus charlas. A la radio le hace falta ese duende, esa línea que no está escrita y que sólo aparece en gente como él, con esa pasión y empeño desenfadado por hacer lo que les gusta, y lo mejor, hacerlo bien.
El Negro escribió en una de sus últimas columnas en el Informador de Guadalajara lo siguiente:
Estoy pasando poco más de 30 días de inquietud. Todo debido a una situación de salud que, tal vez por incapacidad médica o mala fortuna para mí, se complicó al grado de que mi ánimo fue sacudido de manera muy fuerte, pero a la vez positiva. Nunca me ha quedado más que claro que “vida sólo hay una”, y de que de nada sirve de que uno esté gozando de bonanza económica o que esté transitándose por días de jolgorio y celebración si no se está bien de salud.
La salud y ya. Pero más allá de ésta muy personal reflexión (no faltará aquél que diga “¿y a mí qué demonios me importa lo que le haya pasado a este tipo?”), de lo que sí me puedo considerar afortunado -además de haber salvado la vida- es de tener la oportunidad de leer, poner el rimo de los días a casi 30 kph y disfrutar de las tranquilas tardes que todavía se viven por el rumbo del barrio de Cruz Verde -o de la Sagrada Familia-.
Chao Negro…