Mal sueño
Estos últimos días he sido decano de la espera. Casi no sueño. Me he concentrado en el único universo de mi casa, mis libros y los mp3 que pueblan una tercera parte de mi disco duro. Las palabras no habían aparecido por una terca mudez de mis dedos (por hueva o desencanto, qué más da). Mientras la ciudad se desploma en un miserable Festival Cervantino chillón y ebrio, cansado de ser un fracaso del que muchos opinan lo contrario.
Entonces, por una razón que todavía no entiendo, salí a la calle. Y como si la suerte, que es un afeminado, me pusiera a prueba, me hallé con un tipo que no se cansa en decirse poeta como si en verdad lo fuera. Estaba allí con esos cabellos de muñeca de basurero y unos lentes estilo Gandhi. Es por demás decirlo, pero quiso conversar de literatura… he pensado que la literatura no es más que eso, es sólo eso… hace mucho que no leo una cosa que uno diga, bueno, me late, esto es el libro de cabecera… Alguien dijo que en la crisis afloraba el arte, las manifestaciones revolucionarias, ese recanijo encanto de leer de un tirón sin querer llegar al final… Las tendencia del mercado son laxantes. La tendencia es Bolañizar la literatura…Tuve en mis manos un libro de cuentos editado por la Rana. ¡Coño!, un premio de cuento donde la narración era consecutiva, serial, novelada. Una novela de closet, para ser claros. Adiós la unicidad del cuento, las características y sepa dios cuantas cosas más tiene un cuento para ser cuento… exigencias del mercado. Recordé a Ortuño:
El escritor (hoy en día) se aclara la voz y nos ilustra sobre las chicas y licores de Oslo, Petersburgo y Ulan Bator. El escritor califica sus propias ideas como fantásticas. El escritor borda sobre lo que escuchó anoche en el mp3 o miró en el cine. Peor aún: en sus cuentos, la gente habla de Oslo, califica sus ideas como fantásticas y borda sobre su mp3. El escritor, huelga decir, es un imbécil.
Y volví a casa.