Fade

Abrí los ojos haciendo Fade In como los que aparecen en una de esas películas de 1955, en un blanco y negro titilante; aun con los estragos de un mal sueño pude despertarme con la modorra pisando la dicotomía Jekyll & Hyde que precede al amanecer, de todas esas imágenes de mi mismo que colgaban de la piyama y que estaba por dejar entre las sábanas. Comencé a recordar lo que era. Quizá ya tenga edad para escribir una novela. Historias, finalmente contamos historias para asegurarnos de que estamos vivos. ¿Estamos vivos?

Los días nos ponen siempre en nuestro lugar.

Es un tibio augurio de que estoy accediendo a la perspectiva de los años. La vida que comienzo a medir por décadas. La historia es una plancha de morgue que nos permite ver por partes los bordes de la carne y de la memoria. He tenido esa imagen del cubo de Rubik en el momento mismo en que casi lo resuelvo. Se recrea el cosquilleo del joystik de Atari que parece ya, un objeto de veneración de la era cuaternaria. Odisea a mi espacio adolescente. Otra vez literatura. Viene a mi mente como una sostenida exploración y práctica y suelta una bomba desde uno de esos aviones usados por los nazis. Boom. Literatura. Dice Coupland que o nuestras vidas se convierten en historias o no habrá manera de darles algún sentido.

Viene un océano de historias. Quizá sea sólo la mía pero contada cientos de veces, recordada de diversos puntos de vista. Puedo ser muchos sin dejar de ser el mismo. Historia fracturada, cercenada. Sólo devuelta por las luces de los amigos que me regresan esas partes que el olvido había tragado sin dejar una migaja.

Bebo el café para dejar a Mr Hyde.

Fade out

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