Adiós a la Rana



Cuando me llegó la carta donde una centena de creadores y difusores de arte se oponen a la ratificación del director del instituto de cultura estatal, confieso que no dudé ni un segundo en firmarla y suscribirme a tal rechazo de que el señor Alcocer no siguiera al frente del Instituto de Cultura. Confieso también que en el fondo respiraba una corazonada que me llevaba a pensar que ocurriría lo que generalmente ocurre con las protestas escritas lanzadas como botellas al mar. Luego del primer embate, se sabe, duran una semana, hacen una comisión que escuche a los inconformes, maicean a los revoltosos y al final, el funcionario queda tan campante en el lugar y con la gente de siempre. Regla general de la estrategia política: “el periódico sirve para matar moscas”

   Pensé por supuesto en negativo. Me dejé llevar por la máxima futbolera de lo que se tiene que echar primero es al técnico, pero se deja a los jugadores que cumplen con la faena. ¿Y los jugadores, los fanáticos, los mirones pasivos?, ¿La jungla y sus depredadores culturales? La oportunidad histórica para Guanajuato de entablar un diálogo abierto y propositivo en materia de cultura iba a ser por seis años más prorrogada y con los mismos resultados héticos hasta ahora incomprensibles. 
Entonces firmé la carta porque confío en la libertad de expresión y en el derecho de manifestarse en contra de lo que ha sido una injusticia para una verdadera posibilidad de desarrollo social, la cultura. Firmé la carta porque estamos hablando de un servidor público que obedece al artículo 11 de la ley de responsabilidades administrativas de los servidores públicos del Estado de Guanajuato, donde a todas luces debe acatar las peticiones de los ciudadanos.

   No tengo nada personal contra el dirigente del instituto de cultura en Guanajuato. Lo saludé una sola vez en una presentación de un libro y estoy seguro que no recuerda mi cara. Sin embargo, mi vocación y mi profesión se relacionan con actividades culturales  y no puede serme ajeno lo que ocurra en ese ámbito burocrático. Me importa solamente como ciudadano que cree que la literatura es un bien y un patrimonio de la sociedad; además de un camino para construir paradigmas de entendimiento y crecimiento social, de diálogo y convivencia. Es conocido, que poco se ha trabajado en esta área por la estulticia en sus programas, pero también creo que no todo está perdido. Queda claro que ninguna institución ha forjado a imagen y semejanza la obra de arte. El creador lo hace por y a pesar de un dirigente o una institución; sin embargo a la institución no le queda claro si debe crear, difundir, enseñar o promover el arte y en esa confusión tiene su pata de palo. La inercia de esa confusión ha empujado el talento y las grandes propuestas locales a la marginación y muchas de las veces al fracaso.

   El periódico correo, en un intento no menor  por abonar una visión parcial del estado de la cuestión editorial, publica un reportaje donde se abordan diversos puntos de vista. Sería ingenuo y arrogante pensar que un puñado de opiniones hiciera mella en el proyecto que el IEC plantea para los años venideros; sería ingenuo y arrogante imaginar algo más desafiante que lo que se publicó y lo que se omitió. Es respetable la política editorial del medio, que dirigió sus impulsos a la generación de libros y evitó, a toda costa el punto encefálico, la literatura.

   Como era de esperarse, el discurso planteado por el director de la Rana iba a merodear las acciones inmediatas, de fachada y no de fondo. Algo muy extraño, de acuerdo al nivel académico de su funcionario, donde podría haber ensayado planos de mayor calado, sin embargo, pasan la responsabilidad de la publicación de autores a las editoriales independientes del estado.  Por ejemplo, dijo al respecto: “Nuestros esfuerzos de promoción se extienden no sólo a las publicaciones del IEC, sino también a la de editores independientes” una desafortunada afirmación, si pensamos que la tarea pendiente de una editorial estatal, sustentada en la ley de cultura, es la publicación de autores y la promoción de la literatura. No podemos entender esta idea, debido a los pésimos resultados de promoción de los libros que genera el Estado, peor aún, que se pretenda hacer un intento por promocionar a la iniciativa privada. 
   
   ¿Es acaso una forma de evasión? ¿Es una estrategia para quitarse de encima a los autores locales, a la literatura, para que inviertan las iniciativas independientes y evitar la fatiga de publicar literatura?
Las editoriales independientes lo que mejor manejan es la promoción en redes y manejo de espacios para su difusión. Saben sobrevivir a pesar del Estado. Los esfuerzos independientes, por eso son independientes, porque nacen a partir de ideas propias, alejadas de las maquinarias subsidiarias del gobierno, con el afán de mantener una cierta libertad, una cierta autonomía necesaria para el arte.
Ejemplo. La editorial que dirijo, ha participado en tres emisiones anteriores a la participación del estado en el pabellón Guanajuato de la FILM, así como otras editoriales de la entidad; iniciativas independientes que abordaron un espacio natural del libro y su intercambio de ideas. Nada nuevo, como lo han alardeado las instituciones culturales de Guanajuato.
   
   La participación en el pabellón Guanajuato consistió en asistir con los viáticos propios. ¿Pero se pagó el hotel? Lo pagó el organizador, la Feria del Libro de Minería. Con esto insisto, que por experiencia, con o sin la invitación al Pabellón Guanajuato, FILM habría corrido con esos gastos a editoriales independientes.
¿Apoyo del Estado?

   Hace unos días me llegó la invitación a distribuir los libros de Cuatro Gatos en el nuevo espacio de la Editorial, en la librería que estará en el anexo del Museo Diego Rivera. Amablemente me ofrecen el espacio y amablemente piden una comisión del 10% del precio de portada. El apoyo, según la lógica que hemos seguido hasta ahora, es la de tener un lugar en la librería. Y pagar.

   ¿Apoyo?

   A ver. Esta práctica es normal para una librería comercial, que tiene que sufragar gastos de operación con la venta de sus productos. ¿La rana debe de hacer lo mismo?
   A ver. En años, los autores que han publicado en la Rana no han recibido ni un peso de regalías, derecho que se consigna por ley y que cualquiera puede exigir cuentas a través del INDAUTOR.
¿Entonces?
   Y en el mismo tenor, sigue el Director de la editorial la Rana: “Asimismo, vamos a impulsar a los editores guanajuatenses a emprender nuevas formas de producción”. Actualmente el IEC ha impulsado un curso para la producción de libros electrónicos, al que fueron invitados todos los editores independientes del estado”.
   Entiendo que estas explicaciones son cortinas de humo para ejercer el derecho de su defensa.  Y como dice el comercial – ¿y la literatura apa?– de nueva cuenta, que los independientes lo hagan en su lugar.
   ¿Y por qué la insistencia de publicar y difundir la obra literaria por el estado? Por la responsabilidad que no ha asumido el IEC ni la editorial la Rana, y que consiste en preservar el patrimonio cultural intangible de un pueblo en su tradición letrada; expresada en su literatura.
   
   Dice El director: “La narración oral es de gran importancia para Ediciones La Rana; en los libros de cultura popular se recuperan las vidas de los maestros, con sus propias palabras. Encontramos en esas publicaciones historias de vida que realmente lindan con lo literario. Eso también es una forma de rescatar la narración oral”.
   A lo que le respondería que una cosa no obstruye la labor de la otra. Ambas, en su sitio de importancia, deben atenderse. ¿Por qué no se hace?
   Lo que leí con sorpresa fue lo rocambolesco del siguiente párrafo: 
   “Giovannini expresa que buscan métodos para vincular a los autores guanajuatenses con nuevas prácticas editoriales: “las nuevas estrategias para promover la literatura de Guanajuato se dirigen a explorar vías diferentes. Por ello, en la FIL de Guadalajara habremos de vincular el padrón de escritores guanajuatenses con el que contamos, con los profesionales que acuden a esa feria. Nuestra labor será similar a la de una agencia literaria, en la medida en que pondremos en contacto a los escritores guanajuatenses con traductores, editores de otras latitudes y agentes literarios”. 
   Es para quedarse fríos. Es, insisto, rocambolesco. La labor será similar a una “agencia literaria”. Esto es serio señores. Estamos hablando de literatura. De formación, de lectores, de difusión de obras literarias propias de Guanajuato. Han pasado seis años de una labor sumida en la inoperancia de un proceso simple, elemental que expresa toda editorial: selección de textos, revisión, dictamen y publicación. Otra vez. Selección de textos de literatura, revisión, dictamen de las obras y derivado de ello, la publicación.
   ¿Es tan difícil esta operación? ¿Por qué debe de ser este proceso un problema que confronte a los creadores con los editores de la Rana?, ¿Para qué está diseñada la editorial del Estado de Guanajuato que reserva y tiene recursos para este fin: la publicación?
   Hoy, la respuesta evidente es para convertirse en agencia literaria, donde en suma, lo planteado por el director es una idea fuera de foco, difícil, sin un sustento en la realidad editorial en México.
Con las pretensiones altaneras del caso, se desea que la editorial funcione como una agencia literaria dentro de una industria editorial mexicana que es salvaje y sin concesiones; que practica el abuso a los autores y maneja las tendencias del mercado como si la literatura fuese todo menos literatura. Medirse ante eso; una editorial  estatal, sin la experiencia en el manejo de medios, sin bases de datos, sin estructuras funcionales de promoción y distribución, sin la experiencia para ofertar obras de autores etc. Sólo indica que será un fracaso y una muralla de humo para distraer la verdadera vocación de una editorial estatal.
   Esto entonces pone el dedo en la llaga. Es impensable que un autor Guanajuatense acceda a la posibilidad de convocatoria en antologías nacionales, investigaciones, coediciones, si ni siquiera es publicado.  Las editoriales institucionales, universitarias y editoriales del estado, tienen un valor intrínseco que se ha ignorado a lo largo de los años. Y que no es precisamente el de la comercialización; sino la trascendencia de la promoción de sus autores, que se convierte en piedra de toque para su discusión. Por eso es importante que el estado publique a sus autores. Para promoverlos a otras esferas. Publicar las propuestas de pensamiento, las investigaciones, la literatura etc. Para generar una plataforma de lanzamiento que contribuya a ingresar a una sociedad del conocimiento. No se trata de gasto, sino de prevención. La publicación de las obras canaliza el trabajo para acceder a becas, editoriales, concursos etc.; la publicación de una obra genera elementos para la profesionalización de autores y la posibilidad para que puedan despuntar en otros ámbitos; como el simple hecho de la manutención gracias a su oficio, evitar el subempleo del escritor, (parece que todos los creadores deben de conseguir empleo como promotores culturales en las instituciones de cultura y la oferta de trabajo está sobresaturada o bien, designada para sus amigos) a conseguir estímulos y prestaciones laborales dentro de organizaciones privadas, elementos que el estado no ha podido dar a los autores (y creadores en general) y que a duras penas entrega becas de salario mínimo.
   Sin aspavientos. La editorial del Estado seguirá por el rumbo que ha decidido y que han considerado para cubrir el escenario de los planes anuales de la burocracia. Queda claro que los dirigentes de la cultura no hablan el mismo idioma que los artistas y en ese Babel padecen de sordera crónica. Una sordera que ha trascendido ya un sexenio y por qué no, la padeceremos en los años venideros.
Confío en que no me leerán. Pero tengo el derecho de escribirlo. No les creo y es mi derecho de asumir la lógica que han venido trazando desde hace muchos años. No todo está perdido, del lado de lo alternativo, de lo emergente, de lo independiente se están edificando cosas importantes que el Estado no ve y por supuesto, no le importa.
   Pero comencemos por asumir las responsabilidades y comencemos por discurrir y discutir en planos que le importan al arte y no nos desviemos al plano politiquero de los burócratas donde la defensa es la estadística y el lugar común y no el contenido y el fondo.
  


  

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