La mandrágora café 1 (relato)
En esa época trabajaba en un viejo café que se llamaba la Mandrágora, en el corazón de la ciudad. Lo había inaugurado apenas con siete mesas prestadas por una tía y una cafetera que conseguí en una rebaja en los anuncios clasificados del periódico. En ese tiempo sólo pensaba en escribir cuentos y vender café, convencido que en una de esas, quedaría aplastado por una vida bohemia y por qué no decirlo, una vida de calavera con un local de café donde pasaría el tiempo leyendo, fumando y vendiendo capuchinos. En el local, ponía revistas de Vuelta y Viceversa, prestaba algunos libros y al atardecer llegaban amigos a conversar de literatura, de cine y de cualquier eventualidad de la ciudad que tuviera que ver con la cultura. Entonces las noches se alargaban en esquirlas de palabras; sosteníamos charlas ligeras de nuestros autores preferidos, reflexionábamos acerca de los derroteros de la vida literaria en Guanajuato y apostábamos por la siguiente generación de literatos que,