Nueva serie... Crónicas del Conde Crápula... Pararrayos
He descubierto que tengo un pararrayos que atrae pleitos con los idiotas, o si pensara que existe otra vida, el karma al que me estoy condenando seguro tiene que ver con un déficit de atención que tuve cuando reencarné en mi vida de soldado revolucionario o de boxeador de tepito, aun no lo descubro, pero lo que me queda claro es que a pesar de aspirar a una vida tranquila, mi pararrayos ha sido infalible y no me ha dejado solo, por más que he intentado llevar una vida sin aspavientos.
La crónica que hoy les voy a contar tiene que ver con la facilidad que tengo para hacerme de pleitos fáciles, gratuitos y en verdad estúpidos y en honor a la verdad, parto de un principio lógico, me cuesta ser gregario. Eso ya implica que al relacionarme con algunos terrícolas tenga que empezar desde menos diez. Aun así, he atraído peleas de poca monta que a la larga cuestan demasiado esfuerzo.
¡Como se extrañan aquellas citas a la salida de la escuela con el oponente donde sólo bastaban algunos puñetazos para terminar siendo amigos¡
¡Como se extrañan aquellas citas a la salida de la escuela con el oponente donde sólo bastaban algunos puñetazos para terminar siendo amigos¡
Durante la semana y a pesar de que evito en todo lo posible hacer sentencias en el facebook; tuve un encontronazo desagradable con un hombrecito que firma como poeta, escritor, periodista y no se cuanta alcurnia nobiliaria y mesiánica de su currículum resumido que lo refriega en cada correo electrónico que sale de su computadora. Hizo una declaración como que los escritores no hacen autocrítica y por eso están jodidos. El pararrayos funcionó. Hice una pregunta. ¿Dónde puedo leer tu autocrítica? Y eso bastó para que me apedreara el rancho y lanzara cualquier cantidad de adjetivos descalificativos en torno a mi actuación como escritor. Seguro que cualquier novia borracha me ha dicho mejores cosas a despecho del olvido. A este, apenas lo vi tres veces en mi vida.
El pararrayos actúa de formas místicas. Llegué a una cita con un alto funcionario para entrevistarme acerca de un proyecto de cultura. Llegué a Cata en punto. Una señora me indicó el camino. El Licenciado está por allá. Crucé la calle empedrada y pasé a otra oficina. Un hombre de bigote que sacaba copias me miró de reojo y siguió sacando copias. Lo interrumpí. –Allá está su secretaria–. Dijo y siguió sacando copias. Llegué hasta un mostrador que contenía diversos folletos. La secretaria estaba hablando por teléfono con una persona que según inferí, quería entrevistarse con la misma persona que yo. Me enteré que no estaba presente, que se había marchado a una rueda de prensa. Una niña jugaba con un montón de papeles de frente a la secretaria. Cuando la mujer, llena de fastidio colgó. Me dijo lo que suele decir una secretaria fastidiada. – ¿A quien busca?- contestó y Frunció el cejo. Tengo una cita con el licenciado Rondón.
–¿De donde viene?– lanzó la pregunta con tirabuzón. Esta pregunta de verdad que es una molestia porque tiene un sentido metafísico y otro patafísico (¿no ve que acabo de entrar?, pues de allá- pensé-) porque lo que en verdad quieren preguntar es ¿a qué institución representa?, cosa que suele ser de mayor importancia porque si uno dice que es personal, la cosa se pone color de hormiga. La verdad es que dije que el licenciado Rondón me había citado y que estaba únicamente cumpliendo mi parte.
–Pues seguramente se le olvidó, porque no está, si va a andar por aquí, puede darse una vuelta como a la una de la tarde (entonces el reloj marcaba las 11am), pues muchas gracias, pero sólo le dejo mi tarjeta para hacer constar que estuve presente en la cita. Gracias y hasta luego- dije con el resto de cortesía que se puede tener con la secretaria de un alto funcionario que no sabe llevar una agenda y que está acostumbrada a tratar a la gente como meros limosneros de la cultura. Han pasado tres días desde entonces y no he recibido ninguna llamada.
El pararrayos funciona a distancia, de forma mística. Baste decir que una de las actitudes zafias consiste en el olvido de una cita. Pero viniendo de un funcionario de cultura es una agresión leve y hasta amable.
¿Qué no han visto el olvido de la cultura?
El licenciado Rondón se pasó por donde no le pega el sol la cita con este Conde y el pararrayos hizo de las suyas.