La impostura


“Yo no tengo que explicarle a la gente con quién como. Como con quien me da la gana y no tengo que dar ninguna explicación, sobre todo si pagan ellos. Yo que no soy muy aficionado a las comidas presidenciales, iré porque soy un bien nacido, porque tengo cortesía y porque me educaron bien. Mi única obligación es escribir buenas canciones. Sé que a mucha gente le gustan mis canciones pero no está de acuerdo con mis posturas políticas, supongo que es el caso del presidente Calderón”
Joaquín Sabina


Till Eulenspiegel , el artesano ambulante, líder de su libertad, es la figura del gran pícaro en la literatura alemana, allá por el año de 1483 aparece su leyenda. Es, a grosso modo, el ingenuo galopante que lleno de gracia, entre el placer cándido y malicioso ridiculiza a los sabiondos, parodia el lenguaje, tomándolo al pie de la letra porque trata de mostrar una verdad para descubrir la estupidez del mundo. Desde entonces, la leyenda ha dado vueltas en el planeta con diferentes versiones. El pícaro legendario, aquel que le sobra la libertad y los cojones para enfrentar los pesos y las lacras que regulan la sociedad abre las posibilidades de reflexión. Este pícaro se ha desenvuelto en diversos escenarios, pero ha encontrado en la crítica social una oportunidad para invertir en su ingenio. Cabe recordar al mitológico Pito Pérez o al incontestable Lazarillo de Tormes, por citar a algunos de los representantes de la épica del desencanto.
Hoy en día, este personaje mutante aparece entre los escenarios y se ha juzgado por una falsa contradicción. Reencarnado en Joaquín Sabina que le ha dicho sin empacho alguno, al Presidente del empleo, que resulta ingenuo combatir puesto una frase al presidente de México que le incomodó hasta hacerlo tropezar en un discurso esclerótico que justificaba la encarnizada guerra contra el narcotráfico, (en un país con pocas oportunidades de trabajo, educación, cultura, pero que lucha, como pocos, eso sí, contra el narco). Días más tarde, Sabina se reúne en los Pinos para comer con Calderón y los necios, que no son pocos, comenzaron a suponer que Sabina era una contradicción. No sólo basta con comprender a los necios de este país que como regla general polarizan las opiniones. Les basta una chispa para incendiar a quien se pone delante de un micrófono, pero además equivocan la mirilla, por eso son necios; hace unos días declaró el ex presidente César Gaviria, en tierra mexicana, que el presidente Felipe Calderón evidencia que “no está preparado” para combatir al narcotráfico, ya que “la lucha ha resultado más larga” de lo que se esperaba. Y de pilón afirmó que México estaba perdiendo gobernabilidad. ¿Ha habido respuesta alguna? En México las críticas tienen que ser declaraciones de guerra contra lo que se critica y no argumentos de reflexión.
Si bien el Poeta fue más sintético al tachar de ingenua la estrategia contra el narco, e irse a comer con Calderón (mínima muestra de civilidad) el político Colombiano fue más didáctico, directo y poco criticado. Es la imagen de la impostura. Un político colombiano que dice lo que dice, le queda bien porque es su postura. Pero la impostura, más cercana a la ficción, es una forma de vida poco asimilada. Creo que estamos más cerca del argumento de Eulenspiegel; sobre el sabio loco se cierne la sombra de la melancolía, de la incomprensión y del rechazo. La impostura total. Ya sabina lo dijo en su libro “En carne viva”: La impostura es una maravilla dicha como la dice Umbral, que a veces se hace de derechas para molestar a los de izquierdas…

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