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Momo


He descubierto que los índices de lectura se basan en un círculo donde no entro porque me imagino más populachero. En la calle me increpó un tipo de calva oscura. Rasgos otomíes. Intérprete de música prehispánica. Vendedor de saldos musicales. Callejonero. Luego nos tomamos un café me dijo, porque tengo que hacerte una crítica. Dijo como si echara una lápida a mi orgullo. Pero pudo más mi intriga. Cargaba con mi perro Momo. Un cachorro Puig con hiperactividad y sobrepeso que no sabe andar con cadena. Apreté a mi perro para enfrentar al crítico literario. Mi perro y yo le plantamos cara. Hace mucho que no me enredo con directores técnicos de banqueta, o críticos anónimos de baratijas de periódico. Dime de una vez (porque no iba a invertir un café con sus dos horas en escuchar algo que acabaría en dos minutos, es tan corta la vida para gastarla en chismes) Momo se retorcía porque deseaba irse a la casa. -Es que es referente a tu último trabajo. Con un demonio-pensé-, ya dejé atrás la radio y las cortes universitarias, así que en cazo cerrado no entran marranos. –Después de cinco meses es con coraje- No no, tu último cuento. (Bueno, la verdad es que tengo esperando que me hablen de la editorial la rana porque canalicé dos libros para dictamen desde enero, pero como es de esperarse, primero nació mi hija, que un dictamen y un seguro no de la editorial. Entonces como no he publicado un carajo, no sabía qué trabajo iba a ser criticado, pero insistió en hacerme la diatriba. Momo se calmó así que nos esperamos a que brotara la verdad del músico.
El que publicaste en un fansin del instituto cultural de león. Lo de fansín lo dijo con odio. Con crítica abierta. -Es que últimamente se escribe como muy vulgar. Como que, si muy vulgar. Muy real. No sé.(Si no sabes no critiques). Ahhhh. Entonces, ¿Te parece que escribo vulgar porque escribo nalgas? ¿Tú no tienes? (Momo se inquietaba, lo veía alzando el belfo, olisqueando la rabia del músico, la envidia en las rocas)- No, osea, es que. Bueno. Tenemos que tomarnos un café para poder decirte (no entiendo por qué el café cambiaría las cosas, o aclararía su crítica literaria). – No dime- insistí- Es que utilizas un lenguaje muy elevado (me caí de la nube en que andaba pero Momo me rescató) muy como para presumir que sabes- dijo para llamar mi atención. (Quiso que me portara cristianamente y adoptara mi pose de humilde para decirle que no, pero Momo entiende lo que escribo. El sabe que existen las nalgas). Bueno. Pues si existe una palabra que no esté en el diccionario entonces sí, admito un error. Sin embargo, mi propósito es que escribo para incordiar. Me place tu cara de ídolo otomí cuando no hallas las palabras para aterrorizarme, cuando no puedes interpelar una estructura narrativa, cuando un cuento es sólo eso, un cuento. Es mío. Me gusta. El problema que lo hagan los críticos y los estudiosos de la lingüística, de la lengua y de la academia y es lo que me representa una de las 2567 cosas que no me importan o no valen la pena. Momo quería largarse.Si con la crítica iba a pensar que no escribiría nalgas, pues nalgas. Momo estaba harto. Inquieto. Quería saltar al piso y alejarse. Bueno, me voy. Momo tiene hambre. Eso si me importa. Momo me entiende.

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