Mario
No se por qué, pero en un momento de mi adolescencia me entró la idea de convertirme en militar. En ese entonces las películas apocalípticas de Mad Max y Rambo me alentaban a buscar una formación marcial que me parecía admirable para hacerle frente a una inminente hecatombe nuclear. Un compañero de escuela fue más lejos y guardaba en su closet víveres y agua para soportar la primer mañana peinada de hongo nuclear. Conocí entonces a un General y escuchaba las historias de cadetes que estaban a un paso de ser héroes. Aventuras de estoicismo y lealtad a la patria de bronce. Y entonces quedé a merced de perseguir ese sueño. Ese general, cuñado de un tío, quedó en que si lo deseaba él me proporcionaría toda la información necesaria para ingresar al colegio militar o de plano, inscribirme. Era el primer año de la preparatoria y ya podría hacer las maletas. En mis escasas charlas con mi hermano, le conté de mis sueños. Espantado trató de convencerme que era una idiotez cambiar la libertad