La noche del 5
Los amigos deben estar donde truenan los huesos. Y allí estuvieron la noche guanajuatense del 5 y la noche leonesa del 6. Recuerdo los pininos en una tarde celayense donde se presentaba una revista literaria, el primer número y al llegar al centro cultural, no había nadie. El amigo organizador, pensó rápido y reclutó a cinco alumnos de un taller que, ya saliendo en desbandada, los hizo retroceder pero que con una labor de convencimiento los hicieron quedarse a escuchar el rollito arengadoriano. Con todas las fuerzas de mis 21 años, tomé los arrestos necesarios para dirigirme a un público tan ausente que podría haber hablado de recetas de cocina y nadie se hubiese dado cuenta cómo se preparan unos huevos revueltos. Pero entonces era la literatura. El arte, la creación. Mi arenga que había escrito dos noches antes. Una vez que llegué al final, hubo dos preguntas y me convencí del éxito. Salí feliz que cinco personas hubiesen presenciado lo que tenía que decir, a pesar de todo. Entonc