Universos, flores y estrellas
Nadie sabe cómo caen las estrellas sobre el alma, sólo que llegado el momento, se posan sobre la piel; esa noche la poesía de Rangel nos entregó- volcó la cabellera de Berenice y la Osa mayor pudo cubrirnos con su enjambre, mientras la voz del poeta iba asumiendo el encargo de sobrevolar por el almicantarat para conducir a su audiencia por firmamentos urbanos y bóvedas terrestres. De voz en voz, de poesía en poesía, los presentes deambulamos por universos y cometas que rayaban los nervios, los sentimientos, pulían los demonios internos y los ángeles se paralizaban ante un encanto perverso y divino. El canto de Jaramar era arrastrado por las estrellas de Rangel hasta darse en el filo de la música de Trejo. Un coro biselado por cometas y brillos intensos de un quasar altivo y sonriente que cegó a la concurrencia. Allí estábamos, en el confín de la poesía, entre flores del mal y estrellas. Habitamos la piedra de toque de nosotros mismos, recibiendo estrellas convertidas en palabras y voc