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Sara

“Los amigos no son los que queremos que lo sean, sino los primeros que están allí.”

Hace apenas una semana, Sara llegó a este planeta tierra. Me dio a luz. Empeñada en habitar con terrícolas de todas las clases, de todas las raleas, de todas las formas, ha hecho de cada minuto de su existencia una experiencia de vida. Empeñada en conocer este mundo, que sin ser el ideal, puede ser hermoso, me dio la luz. Sara tiene apenas ocho días de habitar el planeta y ha tenido que luchar contra viento y marea para quedarse, para escribir su historia. En el vientre de su madre le prometí otra cosa, le hablé de su familia, de su hermana, de su casa, de su perro. Le dije que la pasábamos bien. Que una vez que llegara, nos divertiríamos como enanos, como gigantes, como niños. Que sólo se trataba de que asistiera al momento de su nacimiento.
Ha surcado una semana con suero, enfermeras, hospitales solitarios, sondas, los pasillos héticos, las enfermeras vestidas de color pastel, los médicos y su palabra preferida “estable”, los rincones de la desesperación, antes de conocer los brazos de su madre. Ha aprendido, así, de pronto que en este mundo hay que pelear, que hay dolor, que es cruel y no tiene piedad. Ha luchado contra todo y contra todos; cada respiración es una gran victoria, cada movimiento ha sido un salto mortal.
Había pensado narrarle todo lo que vale la pena para que no desista en la lucha, llenarla de consejos paternales que mostraran el camino, sin embargo, hoy, un bebe de sólo ocho días de nacido me enseñó, mientras la cargaba, que la vida es esperanza, es lucha, es coraje, es no rajarse. Me dejó mudo.
Gracias Sara, me diste a luz.

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