La infancia fue el terreno de encuentro con la lectura. Pasé una infancia sin otras ambiciones que ser centro delantero de los Pumas o corredor de cien metros planos, como Carl Lewis; pero una intermitente enfermedad me puso piedras en el camino. Cuando niño padecí asma y viví temporadas envuelto dentro de una cámara de oxígeno adaptada a una cama individual donde a cinco litros por minuto pasaba mi vida. Esto, claramente me hacía quedar fuera de las canchas de futbol y las pistas de atletismo de la deportiva Torres Landa. No era tan malo estar dentro de una cámara de oxígeno. En cierta ocasión llegó mi padre con las fábulas de Esopo y las introdujo en la cama. Firmó el libro, su nombre y la fecha. 1981. Una pequeña edición bolsillo de editorial Porrúa quedó varada a la espera de que abriera sus entrañas. Primero le di una ojeada como quien surfea en un mar embravecido. Había dibujos que de entrada me sirvieron para seleccionar la lectura. El lenguaje era por demá...