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Mostrando entradas de enero, 2010

Escritores teloneros

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Leía un texto de André Jute donde contaba una anécdota y decía que alguna vez un premio Nobel le dijo que en seis manzanas a la redonda del bar en el que se hallaban, había cientos de escritores mejores que ellos. La diferencia entre los autores publicados y los inéditos, era simplemente que los autores publicados se sientan y escriben al menos una página al día, o diez páginas o las que fueran, y que no se levantan de la silla hasta haberlas terminado. Está de más decir que estoy de acuerdo. En esas andaba. Entonces enredado en alguna extraña conversación con alguien que ha sido jurado en concursos literarios, salió a colación la anterior anécdota de André Jute porque me preguntó, -¿Qué tal, y tu escribe y escribe?¬- y entonces con toda la seguridad del mundo le dije que sí. Me miró con sorna e hizo una mueca de: ¿Ñaaaaa, a poco? Acto seguido, sonrió. Imagino que pensó en un momento que iba a decir que no escribía por una falsa modestia o porque decir que uno escribe es como colgarse

Una postal navideña

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Este texto es un envío de un entrañable amigo que contesta mis correos y que comparte cosas bien importantes. Y deseo compartirlo... Una postal navideña de Etgar Keret Había una vez un tipo que podía caminar sobre el agua. No es para tanto. Mucha gente puede caminar sobre el agua. Por lo general no lo saben porque no lo intentan. No lo intentan porque no creen que puedan hacerlo. Como quiera que sea, ese tipo sí creía, lo intentó y lo logró. Y ahí empezó el desastre. Ese tipo tenía un apóstol que le era muy cercano y lo traicionó. Eso tampoco tiene nada de especial. Mucha gente es traicionada por alguien muy cercano. Si no fueran cercanos, entonces no sería considerada una traición, ¿o sí? Luego vinieron los romanos y lo crucificaron. Eso tampoco tiene nada de particular. Los romanos crucificaban a mucha gente. Y no sólo los romanos. Muchos pueblos más crucificaban y mataban a mucha gente. A todo tipo de gente. A quienes hacían milagros e incluso a quienes no. Pero ese tipo, tres días

Año nuevo

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Este nuevo año no recibí sus primeras horas con las copas de más que todos los años bebía con el objetivo de imaginar que nomás por una transición cronológica las cosas iban a estar mejor, y conforme pasaba el tiempo los proyectos iban con sus días, sus momentos y sus alegrías, por decir que así, dos, dos, pasaba el año y pensaba que al final, todos los males estarían en peligro de extinción, cosa que me estimulara al pensar con que el nuevo, el que viene me pondría a mano de toda la metralla enemiga que recibía en el año viejo. Pero la verdad es que no me llamó la atención esa vieja idea del rencuentro con amigos, sino que me llamó la atención que perdí en el año a muchos amigos, y quizá no precisamente en este, sino a lo largo de los años. Al principio, por alguna razón fui llenando mi carpeta de contactos de los correos electrónicos con gente que prometía volver a contactarse. Muchos contactos que me regalaron su tarjeta de presentación para mantenernos en una ávida comunicación e